8 de marzo de 2013

Pequeño paraíso.

Ven, susurra. Me llama. Quiere que vuelva. Pero yo no quiero mirar atrás. Sé que si doy la vuelta me hará regresar. Comenzará a meterse en mi cabeza con su aterciopelada voz a la vez que tararea su dulce melodía. Debo seguir adelante pero es tarde, ya ha comenzado su embrujo. Me hechiza, dice cosas hermosas que sabe que quiero escuchar. Sus palabras imantadas hacen que me detenga, evocan el paraíso que un día me prometió. Me hizo crear un mundo donde me dijo que esperara hasta que él volviera y podríamos estar juntos para siempre. Mi ilusión era tan grande que pensé en cada mínimo detalle. Quería que todo fuera perfecto. El tiempo pasaba y pasaba, pero a mi no me importaba porque me había dicho que vendría. Yo le recordaba mientras él no estaba e imaginaba qué haríamos durante cada minuto de toda nuestra eternidad. Sin embargo, la eternidad pasó y él nunca volvió. Todo se rompió. Yo era una muñeca rota...y rota abandoné el paraíso que se había convertido en mi propio infierno. Ahora había vuelto, quería recuperarme. Su voz me produjo un escalofrío que recorrió toda mi espina dorsal cuando pronunció mi nombre. Lo consiguió, había ganado. Me giré y le vi. Era aun más bello de lo que recordaba. Era inconcebible que algo tan hermoso pudiera ser malo; aunque en realidad sabía que así era. Había pasado tanto tiempo buscando un ángel, mi ángel...que se me olvidó que los demonios son igual de hermosos que ellos. Su sonrisa interrumpió mis pensamientos y a la vez extendió su mano hacia mi. Desarmada, caminé hacia mi pequeño demonio. Caminé hacia la que sería mi dulce perdición.

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